Jugar es una forma de aprender
¿Se
puede aprender jugando?
Pues
claro que se puede. De hecho hemos aprendido un montón de cosas a lo largo de
nuestra vida y no nos hemos dado ni cuenta. Ahora este fenómeno tiene nombre y
se ha constituido como una metodología que incluso las más prestigiosas
universidades están utilizando. Esto ya
no es solo cosa de niños. Cada vez son más los adultos que juegan para
aprender.
Sería
mentira decir que en nuestras épocas como estudiantes, e incluso hoy día, nunca
hemos utilizados reglas mnemotécnicas para aprendernos una lección que no nos
generaba ningún sentimiento positivo. A estos trucos se les han sumado dos
nuevas metodologías que comparten un elemento en común: el juego. Estas son la gamificación y el aprendizaje basado en juegos. Aunque ambos conceptos son tan
parecidos que pueden llegar a confundirse existen pequeñas diferencias.
La
gamificación es una metodología que utiliza elementos de juego para motivar a
los participantes en su proceso de aprendizaje. Conseguir retos o puntos por
cada lección aprendida en un curso online es un ejemplo de gamificación. Si
imaginamos que tenemos que hacer una serie de operaciones matemáticas y por
cada operación que hacemos bien nos dan un punto, además de esforzar nuestra
mente, estamos “gamificando”.
El
aprendizaje basado en juegos utiliza juegos que ya están creados o que son
específicamente desarrollados para aprender sobre una temática determinada. Las
dinámicas de grupos como puede ser construir una cadena humana para conseguir
trabajar en equipo son un ejemplo de esta metodología puesto que se puede hacer
una cadena humana sin este objetivo de trabajar en equipo. Si hubiera una asignatura para hacer inversiones inmobiliarias, el
monopoly sería la mejor herramienta.
¡Qué
fácil parece! ¿Verdad? Pero como todo en esta vida, estas metodologías tienen
un importante trasfondo: su planificación y planteamiento. Aquellas personas
que utilicen la gamificación o el aprendizaje basado en juegos deben ser
consciente de que el aprendizaje es diverso, que no todas las personas poseen
la misma capacidad para aprender y de que la probabilidad de que los alumnos
entiendan el juego pero no la reflexión que hay detrás es bastante grande. No servirá de nada que los alumnos se lo
pasen bien jugando si no entienden el trasfondo educativo del juego. Deben
plantearse muy bien cada una de las acciones dentro de estas metodologías para
que se conviertan en herramientas que permitan un aprendizaje concreto y no un
entretenimiento sin más.
Aún
así los beneficios que producen estas metodologías en niños y adultos son
notables. Son metodologías motivadoras, que hacen el aprendizaje mucho más
dinámico y llevadero permitiendo que sean los alumnos los protagonistas del
proceso y no los contenidos, quienes descubren poco a poco y su ritmo los
entresijos de las lecciones. Refuerzan los conocimientos, las competencias y
las habilidades ya que se aprende con placer
y este aprendizaje queda marcado en la persona. Permite interactuar con otras
personas fomentado la comunicación, la observación, la imitación (la imitación
solo es mala si imitamos malos comportamientos), la conexión social, el trabajo
en equipo… aprender con y de otros.
Y
lo más interesante: nos reta. Estas metodologías hacen que nos retemos a
nosotros mismos aumentando la dificultad del aprendizaje, haciendo que
conozcamos mejor hasta dónde somos capaces de llegar. En el juego de la diana intentamos afinar mejor nuestra puntería para
conseguir más puntos, ¿o no?
¡A
jugar!

Comentarios
Publicar un comentario